(Esta entrada fue pulicada originalmente en: https://daepi.wordpress.com/2012/09/24/una-mirada-al-futuro-de-la-internacionalizacion-de-la-educacion-superior-13/)
Es un placer compartir mi primera entrada en este blog sobre un tema que considero apasionante: La internacionalización de la educación superior.
Muchísimo se ha escrito ya sobre este tema y en esta columna no planeo aportar nuevos conocimientos a esta ciencia, sería un tanto soberbio de mi parte. La intención de este texto es compartirles mi visión, mi opinión de hacia dónde nos estamos moviendo y qué podemos hacer desde las universidades en América Latina para no quedarnos rezagados.
El mundo está cambiando, las distancias se acortan, las fronteras geográficas se están desvaneciendo y las fronteras del conocimiento están por extinguirse.
Sin embargo, una de las constantes de nuestra civilización es el ferviente deseo de superación, de aprender. Los seres humanos somos inquietos por naturaleza, siempre nos hemos preguntado el porqué de las cosas, cómo funciona el universo, etc.
La internacionalización, es un área que ha despertado el interés de estudiantes y profesores desde hace muchísimos años. Pensemos en aquellos antiguos sabios y filósofos, quienes independientemente de su nacionalidad, emprendían viajes académicos a Atenas, Alejandría, Babilonia, Constantinopla o Roma con el fin de expandir sus conocimientos.
Posteriormente llega el modelo de universidad que conocemos y desde sus inicios ya contemplaba la movilidad académica y estudiantil. Sin duda los principales motivadores de la movilidad son distintos, el volumen de la movilidad ha cambiado, el origen y destino de los estudiantes se ha diversificado; pero hasta hace unos años, la esencia en sí no había cambiado demasiado.
Analicemos algunas cifras importantes que nos permitan dimensionar el tema del que estamos hablando. En el mundo, según la UNESCO, existen cerca 170 millones de personas inscritas en programas de educación superior, algo así como el 2 – 2.5% de la población mundial. De esos 170 millones, poco más del 2% se encuentra cursando esos estudios fuera de su país. Aun así, hay quien cree que la educación internacional como concepto desaparecerá en un futuro, que será algo tan común, tan inmerso en la cultura que será prácticamente redundante decir “educación internacional” o “internacionalización de la educación”. Yo en lo personal todavía tengo mis dudas pero para algunas élites universitarias esto es ya una realidad. Recordemos que la educación superior o educación terciaria comprende desde Institutos tecnológicos, centros vocacionales, universidades, etc. Muy probablemente las escuelas de negocios para posgrado, las grandes universidades públicas y privadas y los institutos de investigación sí puedan en un mediano plazo convertirse en verdaderas instituciones globales en las que la multiculturalidad, la diversidad y la movilidad estén totalmente embebidas en su “modus operandi”, en su ADN. No obstante, el porcentaje total de estudiantes que pueden vivir una experiencia de movilidad seguirá siendo bajo.
Analicemos cómo las cifras de esos alumnos que deciden salir de su país para estudiar se han comportado en los últimos años. Ya mencionamos que la movilidad académica existe desde hace algunos miles de años, sin embargo, creo que sería correcto decir que formalmente es hasta el último tercio del siglo XX cuando se formalizan los conceptos de internacionalización de la educación, globalización, educación internacional, etc.
Según cifras del reporte “Education at a glance 2012” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, en 1975 había cerca de 800,000 estudiantes estudiando fuera de su país. Nos llevo 25 años duplicar esta cifra y para el año 2000 ya eran casi 2 millones de estudiantes en movilidad internacional. Lo sorprendente es que para que esa cifra se volviera a duplicar y alcanzáramos los 4 millones sólo nos llevó 10 años. Algunos analistas predicen que se podría cuadruplicar para el 2020.
¿Qué nos dicen estas cifras? En mi opinión nos demuestran que la globalización se refleja de una manera muy clara en el ámbito educativo, que el futuro no parece otro más que el crecimiento; pero también que la movilidad de personas en el ámbito académico aún no es una realidad para la inmensa mayoría.
¿Y entonces qué sigue? ¿Hacia dónde vamos o hacia dónde debemos ir? Yo creo que sin duda vamos hacia un crecimiento. A pesar de las políticas migratorias de muchos países después del 11/sept, de las crisis económicas que han acechado este inicio del siglo XXI y de la disminución aparente de la brecha de calidad de diversos sistemas educativos
Hemos avanzado ya un largo camino, que entre otras cosas, nos ha servido para darnos cuenta de algunas áreas de oportunidad. Yo creo que si cambiamos nuestra postura ante ciertas ideas, podemos tener una expansión pero sobre todo un enriquecimiento mas puro de la internacionalización de la educación superior. Esas ideas que podríamos cambiar son en realidad paradigmas. Stephen Covey explica que los paradigmas son los elementos que constituyen el marco de referencia desde el cual cada individuo mira la realidad. Determinados paradigmas causan la adopción de ciertos principios de vida que comúnmente tienen bastantes aspectos erróneos. Pero también menciona que un cambio en la percepción de un paradigma es un poderoso factor de un cambio en la actitud.
Por lo tanto, yo considero que hay cuatro paradigmas básicos que debemos romper desde las universidades, desde las personas que nos dedicamos a promover la internacionalización, con el fin de tener sí un crecimiento pero sobre todo mejores experiencias de aprendizaje.
Estos cuatro paradigmas de la internacionalización son:
Existe un modelo de internacionalización único, probado y que debemos replicar y masificar.
La internacionalización debe ser presencial.
Hay países origen y hay países destino.
Hay que cuidar la fuga de cerebros.
En las siguientes entregas de este blog detallaré cada uno de estos paradigmas, mostrando cómo nos están afectando y sugiriendo algunas maneras de ver estos problemas desde otras perspectivas para tratar de invertir estos comportamiento y enriquecer aún más nuestras estrategias de internacionalización.
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